10.09.2019 -
Es asombroso: hace una década que los tipos de interés caen, pero los pequeños ahorradores siguen depositando su dinero en libretas de ahorro. A continuación, cinco tesis que podrían convencer a los ahorradores para invertir mejor su dinero.
¿Sabe cuál es la «paradoja de los tipos de interés»? Se trata de un fenómeno, que afecta a la mayoría de los ahorradores del país. Su convicción es esta: «las tasas de interés son bajas desde hace tanto tiempo, que cuanto más dure esta fase, más probable es que los tipos pronto vuelvan a subir». La paradoja radica en que la primera parte de esta afirmación es correcta. Por eso, muchos ahorradores creen que la segunda también tiene que serlo.
Es cierto que las tasas de interés son muy bajas desde hace ya mucho tiempo, debido a la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE). A 8 de octubre de 2008, el tipo de referencia de la zona euro aún era de en torno al 4,00%. Más de diez años y 18 movimientos de tipos más tarde, se sitúa en el 0,0%. Esto también significa que los productos de ahorro tradicionales tales como los depósitos a la vista y a plazo fijo, las libretas de ahorro o los planes de ahorro bancarios apenas generan ningún rendimiento.
No obstante, todo esto no desanima a los ahorradores. En Alemania, por poner un ejemplo, atesoran unos 2,5 billones de euros en productos de inversión que generan unos bajos intereses, pese a la inflación y los «tipos penalizadores» sobre los grandes depósitos. Y además –y esto también forma parte de la «paradoja de los tipos»–, esta cantidad ha aumentado en los últimos años ¡pese a que los intereses han caído aún más! Simplemente, los alemanes siguen ahorrando como si no pasara nada.
Lo que rige es el principio de la esperanza, la convicción siguiente: «¡después de tanto tiempo, los tipos de interés tienen finalmente que volver a subir!» Pero en la vida cotidiana, nadie actuaría conforme a este principio; si no, uno acabaría poniendo cisternas en el desierto, porque después de tantos años de sequía, al final tiene que llover.
Y así transcurren los años, y no pasa nada. Y tampoco pasará en el futuro. En cualquier caso, no a menos que empiecen a replantearse gradualmente su estrategia de ahorro. Pasar de ahorradores a inversores. En nuestra opinión, cinco argumentos pueden facilitar el primer paso hacia una mejor inversión de su dinero.
En los próximos años no se producirá ningún verdadero giro en los tipos digno de mención. Esto no significa que en algún momento el precio del dinero no vaya a repuntar de nuevo, tal vez en algunas décimas de puntos porcentuales. A largo plazo, creemos que quizá podría incluso subir algo más. No obstante, no consideramos realistas unos niveles de tipos sostenibles del 5% o el 6% como había antes de la crisis, a menos que la inflación aumente de manera explosiva. El motivo es que, en caso de fuerte alza de los niveles de tipos, las economías muy endeudadas de la zona euro se desplomarían en algún momento bajo la carga masiva de los mayores pagos de intereses de su deuda. Esto también podría significar el fin del euro, algo que los responsables del BCE quieren evitar, «whatever it takes» [hacer lo que haga falta].
Algunos bancos todavía ofrecen, en el mejor de los casos, un 0,1%; otros aún menos. Eso antes de costes. No pasa nada, piensan muchos ahorradores, ya que el dinero está depositado de manera «segura». Caen en la «ilusión del valor nominal». En términos «nominales», es decir, sin tener en cuenta la inflación, es cierto que el valor de su patrimonio se mantiene. Pero los precios aumentan: según los últimos datos estadísticos oficiales de Alemania, en un 1,9% el año pasado. Por consiguiente, en términos «reales», el poder adquisitivo del patrimonio se reduce. Por lo tanto, lo único que es «seguro» es que con unas cuentas que prácticamente no devengan intereses, los ahorradores podrán comprar bastante menos en el futuro con el dinero depositado. Un cálculo rápido muestra que alguien que invierta 10.000 euros a un tipo del 0,2% anual, al cabo de diez años dispondrá de 10.201,80 euros. «Nominalmente» el patrimonio ha aumentado. En términos «reales», es decir, considerando una inflación del 2%, el objetivo del Banco Central Europeo (BCE), el valor de la inversión ha disminuido bastante: pese al abono de intereses anuales, su poder de compra ahora es solamente de 8.369,03 euros.
El dilema de inversión ofrece una gran oportunidad. Nunca antes había sido tan evidente como ahora que la estrategia habitual de la libreta de ahorro ya no funciona. Los tipos de interés cero y negativos son un choque cultural, el peor caso posible para las personas que necesitan su patrimonio, pero que solo se sienten cómodos invirtiendo su dinero en cuentas bancarias. Pero la historia puede tener un final feliz, por lo menos para aquellos que cambien el rumbo. Si los ahorradores se convierten en inversores, puede haber oportunidades. A largo plazo, podrán invertir su patrimonio de manera más diversificada y así obtener posiblemente unos mayores rendimientos. Efectivamente, donde se ofrecen cuentas de ahorros, también puede pedirse asesoramiento sobre otras inversiones.
Las personas que depositan su dinero en libretas de ahorros no se convertirán en accionistas de la noche a la mañana. Más vale olvidarse de esta ilusión. Eso requiere tiempo. Para empezar, ya se ganaría mucho si los alemanes empezaran a invertir su dinero de manera más diversificada. Una parte del patrimonio podría invertirse en bonos, por ejemplo, a través de fondos activos y flexibles de renta fija. Sus posibles rendimientos son más previsibles que los de las acciones, ya que en el momento de comprar bonos ya se sabe el importe de los pagos de cupones, así como el de su reembolso al vencimiento. Con una gestión inteligente y flexible que explote todo el potencial de rendimiento de esta clase de activo, deberían de poder obtener una rentabilidad bastante superior a la de una libreta de ahorro. Por último, el potencial de rentabilidad de un bono no viene determinado únicamente por el cupón, sino también por el precio de compra y de venta. Dada su gran variedad, hay un amplio abanico de fuentes de rendimiento. Así, además de la deuda pública, existe un gran número de bonos de empresa. E incluso una misma empresa suele realizar varias emisiones de deuda con distintas condiciones. Los gestores de cartera pueden elegir entre distintos vencimientos y calificaciones. Una pequeña proporción de acciones puede entonces completar una cartera. Las expectativas de rentabilidad no serán enormes, pero una cartera defensiva sería un primer paso que pueden dar los inversores para tener un patrimonio más diversificado y mejor estructurado; ni más, ni menos.
Vivimos en una economía de mercado. Quien quiera participar en la evolución de la coyuntura, no debería invertir todo su patrimonio en instrumentos que devengan intereses. Estamos viviendo lo que tal vez sea la expansión económica más larga desde la Segunda Guerra Mundial. Los beneficios empresariales han aumentado considerablemente en los últimos años. Los dividendos de muchas compañías por sí solos ya son bastante superiores a los rendimientos que pueden alcanzarse actualmente con los cupones de los bonos considerados más seguros. Además, no todas las acciones son iguales. Nosotros preferimos títulos de calidad, de empresas con unos balances sólidos y una trayectoria fiable a largo plazo de rendimientos al alza. Estos títulos no están totalmente exentos de riesgos, pero en nuestra opinión deberían de poder superar los tiempos difíciles sin pérdidas importantes. La verdadera calidad no se manifiesta durante las fases de expansión, sino en las de crisis. Mediante una amplia diversificación de las inversiones entre distintas clases de activos, regiones y áreas monetarias, sectores y tipos de bonos, pueden compensarse las oportunidades y riesgos de la cartera.
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