09.01.2023 -
El 2022 fue (de nuevo) un año de crisis, y esto se reflejó también en las bolsas. ¿Qué nos deparan los próximos meses?
Como inversores, procuramos usar con mesura los superlativos, también a la hora de analizar el año transcurrido, sobre todo porque en los últimos tiempos muchos de ellos han ido acompañados del adjetivo «excepcional». Pensemos si no en el punto álgido de la pandemia, en el año 2020.
Hace tiempo que la crisis nos parece un estado permanente y la excepción se ha convertido en la norma. En este sentido, el 2022 ha pasado a engrosar la lista de años complicados y, en parte, perturbadores. Si algo tuvo de especial el año pasado fue el sinfín de crisis interdependientes que se retroalimentaron entre sí.
A las consecuencias de la pandemia y la interrupción de las cadenas de suministro, que todavía estamos notando, se suma la barbárica guerra que se está librando en medio de Europa y la consiguiente tormenta inflacionaria. ¡Hacía cuatro décadas que no se producía semejante escalada de los precios!
Mucha gente está preocupada por su futuro, sobre todo porque el Estado en el que vivimos parece funcionar peor que nunca. La reacción necesaria, aunque bastante tardía, de los bancos centrales al vertiginoso aumento de la inflación hizo que casi todos los mercados de capitales salieran perdiendo el año pasado.
El 2022 fue un mal año para la renta variable y catastrófico para la renta fija. La persistencia de la inflación ha obligado a los bancos centrales a dar un volantazo. Sin duda, el alcance y el ritmo de las subidas de los tipos de interés fueron sorprendentes.
En tan solo nueve meses, la Reserva Federal estadounidense (Fed) elevó el tipo básico del 0,25 al 4,5 % (extremo superior de la horquilla en ambos casos). El Banco Central Europeo (BCE) siguió su ejemplo y subió el tipo de depósito del –0,5 al 2 % en cinco meses.
Esto también hizo que se dispararan las rentabilidades de los bonos, lo que causó cuantiosas pérdidas en unos valores que, por lo general, se consideran seguros. Los Bunds alemanes a diez años emitidos a principios de enero perdieron más del 20 %, mientras que los bonos a 30 años se dejaron casi el 50 %. Incluso las obligaciones a cinco años (la clásica apuesta segura para quien no quiere riesgos) cayeron un 11 %, todos ellos resultados de inversión históricamente malos.
La fuerte subida de los tipos también hizo mella en la valoración de las acciones y ocasionó pérdidas en los respectivos índices. El índice global de renta variable MSCI World sufrió una caída cercana al 18 %, lo que en euros supone una pérdida del 13 %.
Tan solo el oro logró brillar un poco. Aunque a finales de año la onza cotizaba a 1824 dólares, casi el mismo nivel que a principios de año, esto supuso un aumento de casi el 6 % en euros.
¿Podemos mostrarnos más optimistas de cara a los próximos meses? ¿Y cuáles son las lecciones para 2023? Una cosa está clara: los bancos centrales se están tomando en serio la lucha contra la inflación y solo pondrán fin a su política restrictiva cuando sea evidente que la inflación está en claro retroceso o cuando se produzcan daños colaterales que superen a los beneficios de la política antiinflacionaria.
Probablemente ni siquiera los representantes de los bancos centrales sepan a ciencia cierta si tendrán éxito en su empresa. En los próximos meses, los mercados bursátiles estarán pendientes de una reunión tras otra de los bancos centrales y tratarán de anticipar el final del ciclo de subidas de los tipos de interés.
Esto se traducirá en altibajos constantes de las cotizaciones sin una tendencia clara. Aun así, las acciones de buenas empresas son necesarias para preservar el capital a largo plazo. Hoy por hoy, sus valoraciones corresponden más o menos al nivel actual de tipos de interés y de rentabilidades.
Sin embargo, una drástica subida de los tipos de interés volvería a hacer mella en las valoraciones. Por eso, para los inversores a largo plazo es aún más importante acertar con la selección de valores y diversificar la cartera de la forma más inteligente posible.
Por otra parte, muchas inversiones tienen ahora un mejor perfil de oportunidad-riesgo de cara al futuro. Lo mismo sucede en ciertos segmentos del mercado de renta fija, en los que pueden volver a obtenerse rendimientos que compensen la inflación.
Por todo ello, como inversores a largo plazo, confiamos en que en el futuro vuelva a haber buenos años para la inversión, aunque de momento el camino sea tortuoso.
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