27.03.2020 -
En tiempo de mercados volátiles, hay que ser precavidos y no dejarse llevar por el pánico. Thomas Lehr, estratega de los mercados, explica por qué vale la pena ser pacientes y mantener la estrategia.
Sr. Lehr, el coronavirus se va propagando y, después de un avance a principios de año, el índice de renta variable estadounidense S&P 500 ha retrocedido bruscamente. Unas fluctuaciones de este calibre inquietan a muchos inversores. ¿Qué opina?
Thomas Lehr: Que las consideraciones del mercado a corto plazo no aportan demasiado. Invertir dinero tendría que ser un proyecto de medio a largo plazo. Es decir, los inversores deberían invertir en los mercados de acciones con una perspectiva como mínimo de cinco años y, aún mejor, de siete. No obstante, es perfectamente comprensible que las fuertes caídas preocupen a los inversores. A diferencia del tema del Brexit, que dominó los titulares durante mucho tiempo pero que, en última instancia, solo tiene unas repercusiones de alcance regional, la propagación del coronavirus y el intento de frenar su expansión tienen una relevancia mundial. Por consiguiente, es de prever que afectará realmente bastante los datos económicos nacionales, así como los de las empresas.
Pero entonces, ¿no es mejor vender las posiciones en acciones?
Como he dicho, creo que esto sería pensar demasiado a corto plazo. Al fin y al cabo, habrá un después del virus, y no habrá que esperar hasta 2025. Contamos con que el tema solo afecte a los mercados financieros de manera temporal. Por consiguiente, no debería de ser tan relevante para los inversores a largo plazo. Por otra parte, cuando hablamos de «relevancia», debe quedar claro que nos referimos meramente al punto de vista de los inversores. Estamos de acuerdo en que el tema tiene muchas dimensiones, para las personas individualmente y aún más para la sociedad.
Por supuesto. Entonces, ¿no sería mejor vender durante la crisis y volver a comprar más tarde?
La experiencia demuestra que se vende mucho más fácilmente que se vuelve a comprar. En la práctica, a muchos inversores particulares les cuesta volver a comprar a tiempo. Sin embargo, a la mayoría de ahorradores les convendría –y digo deliberadamente ahorradores, no inversores–. En nuestra opinión, toda expectativa de que los tipos de interés repunten es, debido a la situación actual, aún más reducida de lo que ya era hasta ahora. Por consiguiente, vale la pena tener en cartera fondos gestionados de forma activa por gestores de fondos profesionales. La razón es que precisamente en estas fases de mercado turbulentas también surgen muchas oportunidades; por lo menos, si también caen temporalmente los precios de las acciones de empresas prometedoras, con unos sólidos balances y unos modelos de negocio atractivos.
¿Cómo consiguen entonces que sus carteras sean resistentes a la crisis?
Puede interpretarse que «resistente» implica mantener la cartera invariable durante una crisis. En mi opinión, sin embargo, es mucho más importante que salga lo más reforzada posible de la crisis. La situación actual nos hace reafirmar nuestra estrategia de inversión robusta y a largo plazo, que se refleja en el Flossbach von Storch Pentagramm, es decir en los cinco principios de inversión (diversificación, flexibilidad, calidad, solvencia y valor), y en nuestra visión de la economía y de los mercados bursátiles. En la renta variable, preferimos las acciones de calidad de empresas con unos balances sólidos, un bajo endeudamiento y unos modelos de negocio atractivos, que puedan superar bien los tiempos difíciles; y que tengan el potencial de salir reforzadas de las crisis pasajeras. El oro sigue siendo nuestro seguro contra los riesgos conocidos y desconocidos del sistema financiero. En cuanto a los títulos de renta fija que tenemos en cartera, la calidad también es determinante.
¿Cómo han posicionado las carteras en las últimas semanas, ante las fuertes fluctuaciones de los mercados?
Aunque nuestras carteras no han sido totalmente inmunes a las oscilaciones, hasta ahora han salido bastante bien paradas. En primer lugar, nuestra exposición a renta variable ya era relativamente baja antes de la caída, debido a la revalorización que había experimentado el mercado. En segundo lugar, habíamos cubierto una parte de las carteras. Era previsible que el virus afectaría considerablemente a los mercados financieros en cuanto se extendiera desde China a los Estados Unidos y Europa. En tercer lugar, en este tipo de fases nos ayuda, por supuesto, tener un proceso de inversión basado en los cinco principios mencionados anteriormente . También las empresas necesitan un buen sistema inmunitario, que se deriva del modelo de negocio y la solidez del balance. Poco a poco regresa a los mercados el impulso de volver a comprar. Hay que fijarse en qué empresas se han visto castigadas en exceso y de manera indiscriminada. Por último, la posición en oro nos ha servido para amortiguar la caída .
Muchos inversores no empiezan hasta mediados de los cuarenta años a ahorrar debidamente para su vejez. Dadas las recientes turbulencias de los mercados, ¿considera que tiene sentido invertir en renta variable y empezar a ahorrar ahora?
Si no es ahora, entonces ¿cuándo? Sin embargo, no lo pregunto tanto por las turbulencias actuales como por los intereses, que han dejado de existir. El efecto del interés compuesto, que Albert Einstein describió una vez como la octava maravilla del mundo, funciona precisamente para incrementar un patrimonio a largo plazo. Pero ¿cómo puede crecer un patrimonio si prácticamente se han abolido los intereses? En cambio, en los mercados de renta variable hay unas oportunidades mucho mejores para los inversores que son capaces de soportar la volatilidad, como demuestra la historia.
Pero si un inversor que busca la seguridad encuentra un producto de ahorro que le ofrecerá con certeza un 1,5% anual, ¿no es esto mejor?
Supongamos que recibe realmente este rendimiento durante 20 años. En tal caso, obtendría durante todo el periodo en torno a un tercio del capital invertido, sin tener en cuenta los gastos e impuestos. En términos nominales puede que esto baste, pero en términos reales, no, dado un objetivo de inflación del Banco Central Europeo que se sitúa en el 2%.
Pero los inversores que empiecen a ahorrar para la vejez durante una fase bajista y quieran invertir en acciones ¿no estarán comprando en el momento equivocado?
La evolución a corto plazo nunca puede preverse, ni con el virus ni sin él. Por consiguiente, si se dispone de una gran cantidad, puede tener sentido distribuirla en varios tramos e invertirlos gradualmente. En cualquier caso, para alguien que prevea ahorrar regularmente, las caídas del mercado como las que se registran en la actualidad representan sobre todo oportunidades, ya que irá comprando gradualmente y se beneficiará de unos bajos precios de compra. Y es sabido que la ganancia se obtiene con la compra.
Sin embargo, pocos están comprando. La mayoría de inversores particulares venden sobre todo durante los malos tiempos. ¿Por qué?
No estoy seguro de si puede que sean sobre todo los inversores institucionales, a menudo con una orientación a muy corto plazo, los que venden con mucha más frecuencia. En el caso de los inversores particulares, sin duda contribuye a ello que cualquiera puede estimar el precio de una acción, pero muy pocos el valor de una empresa. Les falta orientación en este sentido. Es decir, simplemente no pueden juzgar si algo es barato o caro. Si las cotizaciones caen, no solo el capital invertido se hunde, sino que los inversores huyen a ciegas, y venden. Precisamente por eso puede resultar apropiado para la gran mayoría de inversores confiar la selección de las empresas a alguien que pueda estimar su valor mejor que ellos. Entonces, lo único que necesita el inversor para obtener resultados es paciencia...
... y en tiempos de bajos tipos, ¿una proporción elevada de acciones?
La percepción del riesgo es muy subjetiva. La proporción adecuada de acciones en una cartera también tiene mucho que ver con las emociones y, por lo tanto, debe ser tan alta como pueda soportar el inversor con tranquilidad. Habrá personas que prefieren tomarse las cosas con más cautela, y otros, como yo, que pueden tolerar las fluctuaciones relajados y tranquilos. Personalmente, tengo en torno a un 80% de acciones en mi cartera. La mayor parte de mis inversiones debería de aportarme rendimientos a largo plazo. El resto sirve para tratar de amortiguar crisis fundamentales con, por ejemplo, una posición en oro, y mantengo una posición flexible en efectivo para aprovechar las oportunidades que se presenten.
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