30.07.2020 -
La financiación de los programas de ayuda del coronavirus, que ascienden a miles de millones de dólares, solo es viable con la emisión de nueva deuda pública y con el apoyo de los bancos centrales.
La pandemia del coronavirus no es solo una crisis sanitaria. Los programas de ayuda para amortiguar el enorme desplome económico superarán los cinco billones de dólares en todo el mundo. En la zona euro, los límites de endeudamiento ya no son aplicables de facto. Es más, el nuevo endeudamiento masivo se considera como un imperativo a nivel de política presupuestaria. Además, la financiación ya no depende únicamente de la capacidad de absorción de los mercados de capital, sino que forma parte integrante de la nueva política de los bancos centrales.
Los déficits presupuestarios previstos para este año superarán todas las dimensiones históricas y están llevando la deuda pública a niveles récord en todo el mundo. Para EE. UU., el FMI espera que la proporción de deuda pública sobre el PIB aumente del 109 por ciento al 141 por ciento dentro de este año. En cambio, la situación en la zona euro, donde la proporción de deuda pública está aumentando del 84 al 105 por ciento, sigue pareciendo moderada a primera vista. Sin embargo, las diferencias siguen aumentando en este sentido: Italia, la tercera economía más grande de la zona euro, tendrá probablemente que asumir un endeudamiento del 166% del PIB a finales de 2020. En Alemania se prevé que la deuda pública aumente en unos 17 puntos porcentuales hasta alcanzar el 77%, un nivel comparativamente bajo, aunque es probable que siga aumentando en los próximos años debido a la evolución demográfica y a la disminución de la competitividad de Alemania.
Japón ya entró en una nueva dimensión de la deuda hace más de veinte años. El hecho de que pueda vivir bastante bien con su montaña de deuda tiene una razón simple: el cupón de interés promedio de todos los bonos del gobierno japonés en circulación era solo del 0,8% al final del primer semestre y es probable que disminuya aún más en los próximos años. La carga real de intereses para el gobierno es aún menor, ya que el Banco de Japón posee cerca de la mitad de los bonos del gobierno y le remite sus ingresos por intereses.
La situación no es tan favorable para los países de la zona euro. La deuda pública de Italia tenía un cupón medio del 2,5 por ciento al final del segundo trimestre, mientras que en Alemania era del 1,4 por ciento en ese momento. Como prestamista de último recurso, el BCE ayudará a reducir aún más la carga de intereses de los países con mayor deuda de la UE mediante programas de compra de bonos y tipos de interés cero y negativos.
La Reserva Federal estadounidense también está en ello con todos sus recursos. Después de haber tardado tres meses durante la crisis financiera en reducir el tipo de interés de referencia del dos al cero por ciento, esta vez solo tardó dos semanas. Posteriormente, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, anunció un programa de compra ilimitada de valores, que no solo hizo subir los precios de los bonos del Estado, la deuda corporativa empresarial y las cédulas hipotecarias directamente afectados, sino que también impulsó los mercados de renta variable.
Las compras de renta fija ya han provocado un aumento masivo de los totales del balance de los bancos centrales, que continuará durante los próximos meses. Solo en el primer semestre es probable que el total del balance de la Reserva Federal de EE. UU. se duplique, pasando de 4,2 a unos 8,6 billones de dólares, y el del BCE, de 4,7 a más de siete billones euros. Por lo tanto, calculado en dólares o en euros, el crecimiento es alrededor de cuatro veces mayor que en la crisis financiera de 2008/2009.
Incluso antes de la crisis del coronavirus era difícilmente concebible una salida de la política monetaria ultra laxa. Ahora, lo es todavía menos con el enorme aumento de las ratios de deuda pública. Sin la política de apoyo con todos los recursos a nivel de política monetaria y fiscal, la estabilidad del sistema financiero estaría en peligro y con ella, la estabilidad del valor del dinero.
Los bancos centrales están en un dilema. La salida abrupta de la política monetaria ultra laxa ya no es posible sin arruinar el estado. Así pues, el elevado nivel de deuda pública también se ha convertido en un problema para los bancos centrales y su credibilidad, lo que a largo plazo también puede generar una pérdida de confianza en el sistema monetario. La experiencia demuestra que esto requiere inflación. Solo cuando la gente se da cuenta de que el valor de sus ahorros se diluye como la mantequilla al sol, disminuye su confianza en el dinero. Sin embargo, la inflación no parece estar a la vista en este momento: por el contrario, la crisis del coronavirus ha demostrado ser un freno a la inflación por el momento. Esperemos y veamos si sigue siendo así durante los próximos años.
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