02.10.2019 -
El precio del oro ha subido considerablemente desde principios de año, en dólares estadounidenses, pero sobre todo en euros. Hay ciertamente algunos motivos para esta alza, pero no son precisamente para estar contentos.
Desde principios de año, la cotización del oro ha avanzado en torno a un 16% en dólares estadounidenses y un buen 22% en euros. Casi toda la subida se produjo durante los meses de verano. Esta evolución podría haberse debido, entre otras cosas, a las entradas de capitales hacia productos de inversión: en junio, por ejemplo, las existencias de oro mantenidas por fondos cotizados (ETF) aumentaron en unas 100 toneladas. Su coincidencia en el tiempo con las declaraciones de entonces de los presidentes de los grandes bancos centrales, Jerome Powell (Fed de Estados Unidos) y Mario Draghi (BCE), indican que éstas podían entenderse como señales de los responsables monetarios de que la política de bajos tipos y tipos cero se mantendrá a largo plazo.
Como inversores, hay una cosa especialmente importante para nosotros: el oro no tendría que ser un sustituto para las inversiones rentables en capital productivo, es decir, las acciones. El oro es una moneda, la moneda de último recurso; un seguro contra una pérdida de confianza duradera en nuestro sistema monetario.
Los inversores están volviendo a fijarse en la condición de activo refugio del oro, como demuestra su última alza de precios. Nadie sabe cómo acabará el experimento masivo de los bancos centrales. No puede descartarse que la política monetaria ultralaxa vaya a llevar en algún momento a una pérdida de la confianza en nuestro sistema monetario y financiero.
Si alguien prevé que la inflación merme el poder adquisitivo de sus ahorros o que, en un caso extremo, desaparezcan monedas enteras, perderá la confianza y recurrirá al oro. Como en los años 2007 a 2011, cuando el sistema financiero mundial corría el riesgo de desplomarse y la zona euro lidiaba con su primera gran crisis. El precio del oro escaló entonces a más de 1.900 dólares por onza. En los años siguientes volvió a retroceder marcadamente. Pero ¿qué sucedió?
Las preocupaciones de muchos inversores sobre la situación del sistema financiero mundial dieron paso a la convicción de que los responsables políticos y monetarios habían conseguido estabilizar el sistema bancario mundial. Los rendimientos de la renta fija cayeron bruscamente; el mercado de renta variable subió con fuerza. Las acciones de calidad suelen ser el principal competidor del oro. Son, como el metal precioso, activos reales pero, a diferencia de este, generan ingresos adicionales en forma de dividendos. Sin lugar a dudas, las acciones de alta calidad son indispensables para incrementar el patrimonio en un entorno de bajos tipos. En nuestra opinión, la percepción de que el sistema financiero se había vuelto más seguro era ingenua.
En los últimos meses, han vuelto las preocupaciones sobre la situación de nuestro sistema monetario: los bancos centrales de todo el mundo se encuentran en una espiral de aumento de las masas monetarias para salvar a muchos países industrializados del colapso financiero y estimular la economía, especialmente en la zona euro. Sospechamos que las medidas más recientes anunciadas por el BCE y la Reserva Federal estadounidense no serán las últimas de este tipo, sino al contrario. Suponemos que la política monetaria permanecerá expansiva, o incluso pasará a serlo aún más. Christine Lagarde, la sucesora de Mario Draghi en la presidencia del BCE, ya ha indicado que aún no se ha agotado toda la batería de recursos.
Desde principios de año, la cotización del oro ha avanzado en torno a un 16% en dólares estadounidenses y un buen 22% en euros. Casi toda la subida se produjo durante los meses de verano. Esta evolución podría haberse debido, entre otras cosas, a las entradas de
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