01.04.2020 -
El coronavirus pone en riesgo no solo la salud, sino también los patrimonios personales. Para tomar decisiones de inversión en épocas como esta, hace falta un plan fiable que ya haya dado resultado.
La epidemia del coronavirus ha dislocado los mercados. Los inversores que ya han vivido alguna crisis saben que es importante ser precavidos, pero sin que cunda el pánico. En aguas turbulentas, debe ante todo mantenerse el rumbo. Para ello hace falta un plan que se siga de manera consecuente.
Los cinco principios de inversión que conforman el Flossbach von Storch pentagramm reflejan nuestra filosofía de inversión. Este concepto lo desarrollamos hace casi 20 años como respuesta al estallido de la crisis tecnológica, tras la cual el índice alemán Dax perdió casi un 70% de su valor. Estos cinco principios constituyen hasta el día de hoy la base de nuestra estrategia de inversión y, por ende, de todas nuestras decisiones de inversión. Lo hemos refinado a lo largo de los años y nos guio de manera fiable durante la crisis financiera, cuyo punto álgido fue la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008.
También ahora, en plena crisis del covid-19, confiamos plenamente en que estamos bien preparados para lo que aún queda por llegar. Nuestro objetivo primordial es, desde siempre, mantener el poder adquisitivo de medio a largo plazo de los patrimonios que nos han sido confiados. En última instancia, se trata de limitar las pérdidas en las fases bajistas y participar adecuadamente de las expansiones. Estos cinco principios _diversificación, flexibilidad, calidad, solvencia y valor_ constituyen nuestro marco de actuación y un fundamento sólido en el que se basa cada una de las decisiones de inversión.
Un patrimonio siempre debe estar ampliamente diversificado, es decir, los activos tienen que estar distribuidos adecuadamente entre las diferentes clases de activo: ni invertir todo a plazo fijo, ni todo en bonos, acciones o metales preciosos. La diversificación responde a la necesidad de prepararse lo mejor posible ante un futuro imprevisible. En nuestra opinión, esto no significa únicamente repartir el patrimonio entre distintas clases de activos y títulos, sino también entre divisas. Un inversor de la zona euro hará bien de no tener todo su dinero colocado en su propia moneda, sino también en otras divisas «fuertes».
Diversificación también implica combinar de forma apropiada los distintos componentes. ¿Cuál debe ser el porcentaje de renta variable si el entorno económico se deteriora de repente? ¿Qué significan unas políticas monetarias ultralaxas para la renta fija, cuyo fin es estabilizar la cartera? ¿Y cuál debe ser la exposición a oro (con respecto a las demás clases de activos) para que el metal precioso pueda cumplir su función de seguro? La selección activa de los títulos individuales es especialmente importante. En determinadas fases de mercado, puede suceder que distintos títulos tengan un perfil de riesgo similar. La composición de una cartera se deriva del entorno del mercado de capitales: cuáles son los factores más importantes que influyen en las bolsas a largo plazo, cuáles son los riesgos que conviene evitar. La estructura del patrimonio debe tener esto en cuenta y debe poder ajustarse con flexibilidad a lo largo del tiempo.
La flexibilidad es igual de importante. Solo con un colchón de liquidez se pueden aprovechar las oportunidades de inversión cuando se presentan. Esto es precisamente lo que puede ocurrir en tiempos de crisis: cuando las acciones o bonos de empresas sólidas caen en el mercado bastante por debajo de su valor intrínseco. Creemos que el concepto de flexibilidad y, por tanto, también el de liquidez deben entenderse de manera muy amplia. Antes de comprar cualquier activo, debe comprobarse si puede venderse fácilmente en caso de que haga falta. ¿De qué sirve una inversión si no hay un mercado para la misma cuando se necesita?
Asimismo, los inversores deben prestar atención a la solvencia. La suya propia, pero también la de las empresas cuyas acciones o bonos adquieren. La solvencia es la condición necesaria para la independencia y la capacidad de actuar; en cambio, un elevado endeudamiento es la causa más frecuente de quiebras y pérdidas patrimoniales. Con la crisis del coronavirus, este punto ha (desgraciadamente) adquirido una gran relevancia. Dados los daños a largo plazo de la crisis debido a la fuerte ralentización del crecimiento económico, un aumento de los impagos de empresas y un marcado ascenso del desempleo, al invertir hay que prestar atención tanto a la valoración como a la solvencia.
Una característica esencial de una estrategia de inversión sólida debería ser siempre la calidad de los activos. Debe prestarse atención, ante todo, y no solo en tiempos de crisis, a los fundamentos de una inversión. El primer criterio al respecto es la estabilidad del modelo de negocio, incluido en épocas difíciles: el nivel de ingresos que genera a largo plazo y, sobre todo, su previsibilidad. La solidez es un requisito esencial. ¿Hay unas distribuciones de dividendos periódicas y fiables? ¿Está bien gestionada la empresa? La calidad perdura a largo plazo, y esto también vale a la hora de invertir el patrimonio.
El precio es lo que se paga; el valor, lo que se recibe a cambio. Los inversores deberían, en nuestra opinión, analizar atentamente y de forma pragmática el valor de las empresas en las que desean invertir. ¿Es el precio posiblemente bastante superior al valor potencial del activo? ¿O es adecuado o, idealmente, incluso bastante inferior al valor real? Tras las recientes caídas masivas de precios en las bolsas internacionales, pueden surgir oportunidades selectivas que los inversores activos podrían aprovechar. Dicho esto, nunca hay que dejarse llevar por los excesos de las bolsas, sino centrarse siempre en el valor real de los activos.
Los cinco principios: diversificación, calidad de los activos, flexibilidad, solvencia y valor constituyen el fundamento de todas nuestras decisiones de inversión, no solamente durante tiempos de crisis: un muro imaginario contra las tormentas recurrentes en los mercados de valores. La protección que ofrece este muro no significa, por supuesto, que un inversor nunca sufrirá pérdidas; hay fluctuaciones de precios en todos los mercados, incluidas las bolsas. Por desgracia, no existe una póliza de seguro a todo riesgo a la hora de invertir, aunque a muchos les gustaría. Una estrategia de inversión centrada en la solidez debería de ayudar a capear las tormentas: mantener el valor real del patrimonio a largo plazo y explotar todas las fuentes de rentabilidad potencial.
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