14.06.2019 -
China es uno de los principales motores de la economía mundial y, por consiguiente, es crucial para la valoración de las perspectivas de los mercados de capitales. Especialmente importantes son las reservas de dólares estadounidenses del país.
Según la interpretación relativamente subjetiva del presidente estadounidense, Donald Trump, la economía china va bastante peor que la de Estados Unidos. En otras palabras: China depende más de EE. UU. que viceversa.
Veamos ahora las cifras de crecimiento: la economía china habría crecido el año pasado en torno a un 6,6%, al fin y al cabo. Para 2019 se prevé algo menos, aproximadamente un 6,2% (si se da crédito a las cifras oficiales). La dinámica de crecimiento disminuye, aunque una cifra así –en vista del tamaño actual de China– seguiría suponiendo una importante contribución positiva para el crecimiento de la economía mundial.
No obstante, el entorno económico de China parece enturbiarse cada vez más; la disputa comercial con EE. UU. hace que la atención (mediática) se centre en los problemas de la República Popular, pero es solo un agravante, y no la única causa, de esos problemas. En cualquier caso, se acumulan los problemas.
Un ejemplo es el mercado automotor, muy observado, de importancia crucial para la industria del motor europea. En 2018, las ventas de nuevos vehículos cayeron por primera vez en 20 años. Para 2019, la asociación china del sector prevé que se estanquen en el nivel, sin duda elevado, de 22,7 millones de coches. En comparación, tanto en EE. UU. como en la UE, en 2018 se vendieron algo más de 17 millones de utilitarios y SUV.
No obstante, no puede deducirse que la situación del mercado automotor chino refleje exactamente la de la economía general; no es más que el resultado del fin de unas ventajas fiscales, el crecimiento del mercado de coches de segunda mano, de las restricciones de acceso en las metrópolis o el cierre de numerosas plataformas de financiación. Lo que es más inquietante es otra cosa.
El endeudamiento de China ha aumentado desde la crisis financiera de 2008 al 250% del producto interior bruto (PIB). Así, desde entonces se ha alcanzado el nivel de EE. UU. y la zona euro; el de la zona euro sin Alemania sería del 280%. En particular, la deuda de las empresas chinas, que en algunos casos se incluye en la pública, ha aumentado en relación con el PIB en más de 60 puntos porcentuales desde la crisis financiera.
El «seguro» de China son sus reservas de divisas, las mayores del mundo, de unos 3,1 billones de dólares estadounidenses. Además, los ciudadanos chinos se aplican a ahorrar, mucho más que los europeos y los estadounidenses. Por lo tanto, China dispone de suficientes recursos financieros para respaldar la economía con nuevos programas de gasto y de inversión, de ser necesario.
Asimismo, China ya no depende tanto de sus exportaciones como hace tan solo algunos años. La economía nacional, es decir, el comercio interior, ha ido ganando en importancia. La tasa de exportación es actualmente de solo un 20% del PIB, comparado con el 36% en 2006. Las inversiones en infraestructuras también contribuyen a reforzar la economía interior, como el recién anunciado programa de expansión de la red ferroviaria, por un coste de unos 125.000 millones de dólares estadounidenses.
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