02.06.2022 - Bert Flossbach

Por qué los precios están (y siguen) subiendo


Por qué los precios están (y siguen) subiendo

La inflación es el tema del momento y nos va a acompañar durante un tiempo – también porque los bancos centrales no pueden contrarrestarla.

Hace ya más de tres meses que comenzó el ataque ruso a Ucrania. En vista del nuevo conflicto entre Oriente y Occidente, se presentan deberes prácticos para el mundo libre. Occidente debe trabajar para ser más independiente de las importaciones de energía y materias primas rusas, y mejorar sus capacidades de defensa.

La subida de los precios de la energía, el aumento de los costes de sustitución de los combustibles fósiles y la seguridad del abastecimiento energético, el aumento del gasto en defensa y la reorganización de las cadenas de suministro están presionando los presupuestos nacionales y haciendo subir los precios. Las ayudas estatales y los programas de apoyo, como el subsidio energético, pretenden limitar el impacto en los hogares de bajos ingresos, al menos temporalmente, para mantener la paz social. Pero no pueden compensar de forma permanente los efectos del choque de precios: el Estado no tiene dinero para ello.

También por este motivo, los sindicatos plantearán unas exigencias muy elevadas en las próximas negociaciones colectivas– y difícilmente van a apaciguarse con la sugerencia de un breve período de pausa inflacionista. A esto hay que añadir: Los crecientes cuellos de botella en el mercado laboral alemán, por ejemplo, se seguirán agravando en los próximos años por la jubilación de muchos «baby-boomers», lo que seguirá acelerando la subida de los sueldos y salarios.

La espiral precios-salarios

Una espiral precios-salarios y, con ella, una consolidación de elevadas tasas de inflación, será siempre más probable, pues la inflación empieza a asentarse en la mente de las personas. En cualquier caso, una desaceleración de la inflación que la dirija hacia el nivel objetivo de los bancos centrales del dos por ciento se antoja lejana.

Con todo ello, estamos al inicio de un nuevo régimen inflacionista. Ahora mismo, el mandato de los bancos centrales de buscar la estabilidad de precios ya no significa impulsar hacia arriba una inflación que era demasiado baja, sino ejercer presión sobre una inflación demasiado elevada – ¿pero cómo?

Los bancos centrales liberaron y sacaron de la lámpara al genio de su política monetaria flexible, y ahora ya no consiguen que vuelva. La explosión de precios en las gasolineras y la omnipresencia mediática del tema sensibiliza a las personas.

Si hay estabilidad de precios cuando la gente deja de hablar de inflación, ahora mismo estamos viviendo lo contrario. El ancla inflacionista mental de las personas empieza a liberarse del nivel objetivo del dos por ciento. Se dirigen a precios en alza y, en la medida de lo posible, adaptan sus comportamientos como consumidores. Quien espera unos precios claramente al alza adelanta compras, como por ejemplo las de bienes duraderos de consumo o inmovilizado como automóviles, muebles o electrónica. Actualmente, el problema no está tanto en el precio, sino en la falta de disponibilidad y en los elevados plazos de entrega.

El papel de los bancos centrales

Para reducir significativamente la inflación y volver a anclarnos en el nivel objetivo del dos por ciento, los bancos centrales deben subir los tipos de interés tanto que la demanda de bienes de consumo e inversión caiga a un nivel que conduzca a una estabilización de los precios.

A la vista de la situación de escasa oferta, en la actualidad ese efecto probablemente podría conseguirse solo con subidas de tipos mucho más drásticas que en el pasado. Una política como la que llevó a cabo el anterior presidente de la Reserva Federal estadounidense, Paul Volcker, quien en 1980 luchó contra una inflación de hasta un 15 con subidas de tipos hasta el 20 por ciento y que, durante varios años, quedaron por encima del diez por ciento, estaría condenada al fracaso.

Además, el endeudamiento actual es muy superior al que se daba en el pasado. Para la Eurozona, ya una subida de tipos del dos o tres por ciento sería problemática, y por encima de eso sería peligrosa.

La deuda de los estados más endeudados ya se negocia con unas primas de riesgos significativas frente a los bonos federales alemanes. Si sus rentabilidades, como consecuencia de una lucha seria del BCE contra la inflación, subieran hasta el dos o el tres por ciento, el nivel de rentabilidad de la deuda pública italiana se situaría en torno a un cuatro o cinco por ciento. Como muy tarde, en ese momento el BCE debería dar marcha atrás y, por lo menos, volver a comprar deuda de los países afectados para ejercer presión sobre sus rentabilidades.

Los bancos centrales, por lo tanto, tienen las manos atadas. Especialmente el BCE tiene muy poco espacio para subir los tipos de interés; en cualquier caso, no hasta el nivel que haría falta para luchar con éxito contra la inflación. Por eso nos encontramos al inicio de una larga etapa de tipos claramente negativos – con las correspondientes consecuencias para los ahorradores.

 

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