07.02.2023 -
Se suspenden los límites de endeudamiento y el gasto público aumenta rápidamente. ¿Sigue importando el dinero a la Unión Europea?
En marzo de 2020 la Comisión de la UE activó por primera vez la cláusula general de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Como consecuencia, se han suspendido «temporalmente» los criterios de Maastricht, que estipulan una nueva deuda anual máxima de los países de la UE del 3 % del producto interior bruto (PIB) y una ratio de deuda pública no superior al 60 % del PIB.
Por lo tanto, «temporalmente» es un término flexible. Esto se debe a que, debido a la pandemia, se retiró la cláusula de escape para los años 2020, 2021 y 2022. En 2023 se están reflejando las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania, por lo que la cláusula de escape seguirá en vigor. Es decir, cuatro años en los que los estados miembros estuvieron exentos de las normas presupuestarias oficiales.
El balance provisional: a finales de 2022 los países de la UE habrán acumulado una deuda pública de nada menos que 13 billones de euros. Una montaña de deuda que puede seguir creciendo a voluntad este año. ¿Siguen teniendo límites las deudas nacionales en la UE?
Al fin y al cabo, el problema de las deudas públicas (demasiado) elevadas también ha llegado a Bruselas: según la Comisión Europea, una «revisión de las normas fiscales de la UE [...] es una prioridad urgente en la actual fase crítica de la economía de la UE». En consecuencia, la deuda pública debe reducirse de forma gradual y sostenible. Para ello, la Comisión busca una «reforma del marco de gobernanza económica», como anunció en noviembre del año pasado. Sin embargo, tales esfuerzos no son necesariamente creíbles, como demuestra una mirada al pasado.
Así, los criterios de Maastricht vigentes hasta ahora nunca se han aplicado seriamente. Por ejemplo, desde 2002 Francia solo ha tenido tres años en los que su déficit presupuestario fuera inferior al tres por ciento del PIB. Esto sitúa a la segunda economía de la UE en buena posición. El déficit presupuestario de España ha estado por debajo del límite «mágico» del tres por ciento del PIB solo en un año desde 2008.
En los años de la pandemia, cuando la UE activó la cláusula de escape, ya no había quien la parara. 25 de los 27 países de la UE registraron déficits superiores al 3 % del PIB en 2020, mientras que en 2021 fueron 15 estados miembros. Así pues, si en muchos casos el cumplimiento de las normas fiscales vigentes hoy en día no se impulsó a nivel nacional ni se exigió con vigor a nivel de la UE, ¿por qué habría de ser diferente en el futuro?
La UE tiene previsto reforzar los mecanismos de aplicación. Pero aunque la aplicación de sanciones financieras en caso de desviación de las normas fiscales fuera más fácil de aplicar en el futuro, se plantea otra cuestión: ¿Hasta qué punto amenazan las posibles sanciones financieras, por ejemplo, a una Francia crónicamente deficitaria, que fue el segundo mayor contribuyente neto entre los estados miembros en 2021, con 12.400 millones de euros? En cualquier caso, los críticos de la UE en Francia tendrían todo a su favor si una institución a la que los contribuyentes franceses ayudan decisivamente a financiar, impusiera multas a esos mismos contribuyentes o les negara fondos de la UE.
Además, la reforma prevista de las normas fiscales de la UE quiere centrarse en un mayor protagonismo nacional. Sin embargo, es cuando menos cuestionable que los países que hasta ahora no se han adherido deliberadamente a los criterios de Maastricht puedan verse animados a ejercer una mayor disciplina de costes en vista de un mayor grado de responsabilidad personal.
Aunque la UE reclama por un lado unas finanzas públicas sostenibles, es discutible que esté dando un buen ejemplo por su parte. En efecto, con el programa de reconstrucción «Next Generation UE» adoptado en 2020, se ha autorizado a sí misma a contraer un crédito masivo por primera vez en su historia. A la vista de las consecuencias económicas de la pandemia, la justificación del programa de reconstrucción de aproximadamente 800.000 millones de euros era fácil.
Sin embargo, esto exigía una interpretación generosa del sistema de recursos propios de la UE para poder reembolsar la deuda más adelante. Fue necesario un acuerdo suplementario que permite a la UE recaudar «temporalmente» cuotas de adhesión adicionales de hasta el 0,6 % de la renta nacional bruta anual. Por lo que, «por el momento» sigue siendo una vez más un término flexible. A más tardar en 2058, ya no debería ser posible recaudar cuotas adicionales. Para Alemania, que ya aportó 25.100 millones de euros en contribuciones netas al presupuesto de la UE en 2021, esto significa cuotas adicionales de miles de millones en perspectiva.
Los esfuerzos de la UE por revisar y aplicar de forma creíble las normas fiscales son en principio encomiables, porque es precisamente en épocas de subida de los tipos de interés cuando el elevado endeudamiento público vuelve a restringir más fuertemente la capacidad de actuación financiera de la política fiscal. En el caso de la UE, la deuda pública alcanzó recientemente niveles históricamente altos del 86,4 % del PIB. Por lo tanto, una consolidación de las finanzas estatales de la UE es indudablemente deseable.
Sin embargo, sigue siendo cuestionable si la revisión prevista de las normas fiscales de la UE puede realmente propiciar una reducción gradual y sostenible de la deuda pública, porque con los criterios de Maastricht ya existe un conjunto de normas cuya existencia en muchos estados miembros no se desprende ni de la disciplina presupuestaria anual ni de las ratios de deuda pública. También por este motivo están justificadas las dudas sobre si los futuros mecanismos de sanción podrían hacer cumplir realmente las normas fiscales revisadas.
Sin embargo, quizá en algún momento sea posible lograr una consolidación sostenible de las finanzas estatales de la UE desde el punto de vista político, o unas tasas de inflación persistentemente elevadas que proporcionen el impulso necesario al devaluar la deuda heredada y aumentar los ingresos fiscales, reduciendo las ratios de deuda como por arte de magia sin grandes reformas políticas (y, en última instancia, a costa de los ciudadanos).
Sin embargo, el éxito de la consolidación de las finanzas públicas sigue siendo muy incierto. Mirar al pasado no inspira mucho valor. Si la «disciplina presupuestaria» continuara como en los últimos años y décadas, solo quedaría el principio de la «esperanza».
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