17.04.2020 - Kurt von Storch

Un ejercicio de humildad


Un ejercicio de humildad

La bolsa de Nueva York es uno de los puntos candentes de la crisis del coronavirus. Kurt von Storch nos cuenta acerca de su experiencia en 1987 en el centro de un crac bursátil, y cómo lo ha marcado hasta hoy en día.

Estos días, Nueva York es uno de los puntos candentes de la crisis del coronavirus Desde hace muchos años, Kurt von Storch tiene una estrecha relación personal con esta ciudad: en 1985, terminó sus prácticas de estudiante en un banco suizo en Nueva York. La estancia en la ciudad y el trabajo en la entidad le habían causado una tal impresión que tomó la decisión de volver a Nueva York después de graduarse. Su plan se hizo realidad: tras finalizar sus estudios, consiguió su primer empleo en Nueva York como corredor de valores júnior en la sala de negociación de un gran banco suizo, a principios de octubre de 1987. Kurt von Storch nos cuenta aquí su experiencia del 19 de octubre de 1987 y cómo le ha marcado hasta hoy ese día, que pasó a la historia de la bolsa como el lunes negro.

Viví el crac como un novato absoluto en Wall Street. Acababa de terminar mis estudios de empresariales y solamente llevaba unos pocos días en la ciudad. Empecé en el banco como corredor de valores júnior en la sala de negociación. Allí se operaba en divisas, bonos y acciones, por lo que era muy animada. Y luego llegó el 19 de octubre. Un lunes. Sospechaba que podía suceder algo: al fin y al cabo, el Dow Jones ya había sufrido fuertes pérdidas en la semana anterior. La jornada de negociación empezó de manera rutinaria, pero esto duró poco para los corredores. A medida que avanzaba la negociación, mayores eran las pérdidas y cundió el pánico.

«La media hora final de negociación fue surrealista»

30 minutos antes del final de la jornada, las pérdidas ya eran de un inconcebible 15%, y a continuación la caída fue aún mayor. La media hora final de negociación fue surrealista: las personas de la sala empezaron a reírse, mientras que la situación se volvía cada vez más dramática, y esto se apoderó de todos. Era como si las personas estuvieran presas de una embriaguez absurda. Una verdadera locura. Y luego llegó el toque de campana que marcaba el final, y de repente ese humor se esfumó. Se hizo un silencio repentino, un sigilo fantasmagórico. La gente había terminado. Se fueron a casa.

Como principiante, durante todo el día estuve pensando: espero que no llame nadie. ¿Qué hago si me contacta un cliente con una orden? Yo era totalmente nuevo allí, y sentía que el «margen de error», la tolerancia hacia un fallo, era especialmente reducido ese día. Porque se trataba de órdenes cuantiosas, realmente importantes.

«Fue un día aleccionador...»

Debo decir que entonces no llegué a entender totalmente las verdaderas implicaciones de lo que sucedió el 19 de octubre de 1987. Fue un día aleccionador. Me dije: eso no ha sido un sueño, era real. Los días siguientes oí una y otra vez que todos conocían a alguien que había sufrido grandes pérdidas durante el crac. Solo más tarde entendí verdaderamente que había pasado con el desplome, cuando me di cuenta de que en unas pocas horas se había esfumado un valor de miles de millones.

«... y me volvió humilde»

Ese día me enseñó a ser humilde. Hoy considero el recuerdo del crac como un ejercicio de humildad. Y si miro a mi alrededor, también me ha resultado y me resulta útil. Hasta hace poco, vivíamos un auge especial en las bolsas, en el que podía ser útil ejercer cierta humildad: no volverse demasiado codiciosos, sino reflexionar sobre los riesgos conocidos y desconocidos. Efectivamente, en 1987 el mercado de acciones estadounidense también tenía un excelente comportamiento... hasta que dejó de tenerlo y se desplomó. Y actualmente, conviene mantener la sangre fría con una
estrategia de inversión que sea sistemática, con un enfoque comercial y, sobre todo, orientada al largo plazo. Su piedra angular es nuestro pentagrama, los cinco principios de inversión que ya han dado resultado en numerosas crisis para mantener e incrementar los patrimonios que nos han sido confiados.

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