Donald Trump ataca al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. ¿Cuáles son las implicaciones de un segundo mandato presidencial para el hombre al frente del banco central de EE. UU.?
La Reserva Federal de EE. UU. (Fed) y su presidente, Jerome Powell, decidirán sobre las tasas de interés el próximo 7 de mayo. Este Lunes de Pascua, que no fue festivo en EE. UU., las especulaciones sobre si Trump quiere reemplazar a Powell provocaron una nueva ola de ventas en Wall Street. El expresidente llamó al jefe del banco central “Mr. Too Late” y un “major loser" (gran perdedor).
Trump ataca verbalmente a Powell una y otra vez. “Peor que el líder chino Xi Jinping”: esas han sido sus palabras, en esencia, sobre Jerome Powell. ¿Un enemigo del Estado al mando de la Fed, el banco central más poderoso del mundo? Así lo expresó ya en 2019. Durante su primer mandato, Trump presionó reiteradamente para que se redujeran aún más las tasas de interés, pero Powell se mantuvo firme. La política monetaria era competencia del banco central, no del gobierno. Punto.
Una negativa así era algo a lo que Trump no estaba acostumbrado. Y menos viniendo de un hombre al que él mismo había nombrado apenas un año antes. Powell sucedió a Janet Yellen. Politólogo y abogado, era desde 2012 un miembro regular del consejo de la Fed.
Powell esta afiliado al “partido correcto”
A diferencia de Yellen, Powell tenía, desde el punto de vista de Trump, la afiliación política “correcta”: era republicano. Estaba bien conectado dentro del partido y, al igual que su predecesora, era visto como partidario de una política monetaria relativamente flexible. Al menos, eso se decía entonces. Más “paloma” que “halcón”, o quizás algo intermedio. El diario Süddeutsche Zeitung escribió en su momento que Powell era, para Trump, una mejor versión de Janet Yellen.
Para Trump, el rendimiento del mercado bursátil, Wall Street, era y sigue siendo un indicador clave de su éxito como presidente. Para ello necesitaba dinero barato, es decir, una Reserva Federal dispuesta a recortar tasas. Así fue entonces, y así es hoy. Su primer mandato concluyó en 2020. Su sucesor, Joe Biden, no necesitaba dinero barato, al menos no como prioridad. Él y Powell tuvieron que enfrentarse a un problema completamente distinto.
Como Paul Volcker…
Y es que años de política monetaria ultraexpansiva habían incrementado significativamente los riesgos inflacionarios. Con las cadenas de suministro fracturadas por la pandemia y la invasión rusa de Ucrania, esos riesgos se materializaron: las tasas de inflación alcanzaron niveles no vistos desde los años 80, llegando temporalmente a casi el 10 %. Powell respondió aumentando las tasas de interés más rápido que nunca antes. En la reunión anual de banqueros centrales en Jackson Hole (Wyoming), en el verano de 2022, afirmó que la Fed no se detendría hasta que su trabajo estuviera hecho: controlar la inflación.
En su discurso hizo múltiples referencias a Paul Volcker, uno de sus antecesores más conocidos. A comienzos de los años 80, Volcker logró controlar una inflación desorbitada, casi del 20 %, elevando las tasas incluso por encima de esa cifra. Y lo logró. Nadie que asistió a Jackson Hole dudó después de la determinación de Powell.
Allí se presentó alguien que hablaba en serio… y que, hasta ahora al menos, ha tenido razón: la inflación al consumidor ha caído significativamente, situándose recientemente en el 2,7 %. Y el temor de que una política monetaria más estricta dañara gravemente la economía y el mercado laboral estadounidense no se ha cumplido. Tiene algo de irónico que Trump, defensor de una política monetaria laxa, esté capitalizando políticamente el tema que más ha golpeado a los votantes: ¡la inflación! El aumento masivo de los precios en los últimos años, especialmente en productos de consumo diario, ha afectado con dureza a muchos estadounidenses. Muchos de ellos confían en Trump, en su supuesta competencia económica y en su promesa de proteger al “trabajador común”.
Los planes de Trump son inflacionarios
Es cuestionable si la estabilidad del valor del dinero figura realmente entre las prioridades de Trump. Su plan es bajar los impuestos y, al mismo tiempo, aumentar significativamente el gasto, por ejemplo, en defensa y control fronterizo, además de proteger la economía local mediante aranceles a las importaciones. Todo ello tiene un efecto inflacionario. Habrá que ver si esos gastos podrán financiarse con los recortes prometidos.
Lo más probable es que la deuda pública de EE. UU. siga creciendo, quizás incluso más rápido que antes. Por eso Trump necesita a la Fed, necesita tasas bajas para poder financiar a largo plazo el creciente endeudamiento. Powell, en cambio, está comprometido ante todo con la estabilidad del valor del dinero, no con las finanzas del Estado. No hace falta ser vidente para prever que ambos chocarán de nuevo en los próximos meses.
Trump seguramente intensificará sus intentos de influir en la política monetaria. Ya durante la campaña electoral ha expresado repetidamente su deseo de tener voz en las decisiones de la Fed en caso de regresar a la presidencia. Elon Musk, uno de sus principales aliados, incluso ha planteado públicamente la posibilidad de abolir el banco central. El mandato de Powell se extiende hasta mayo de 2026. Que Trump lo ratifique después de esa fecha es prácticamente impensable.
Cuando una periodista le preguntó a Powell, tras una de las últimas reuniones de la Fed en 2024, si pensaba dimitir en vista del posible regreso de Trump, respondió con una sola palabra: “No”. Powell no se deja echar. Se toma muy en serio su mandato.
¿Puede el presidente de EE. UU. despedir al jefe de la Fed?
Y si Trump realmente puede destituirlo, es una cuestión legalmente incierta. Según un fallo del Tribunal Supremo de los años 30, un presidente no puede despedir al jefe del banco central sin causa justificada, simplemente porque no le gusta su política monetaria.
Sin embargo, las declaraciones de Trump sí ponen en entredicho la independencia de la Fed. Y un ataque a esa independencia debilitaría aún más la confianza en el dólar y en el sistema financiero estadounidense. Un dólar débil sería del agrado de Trump, porque lo asocia con una mayor competitividad para la economía nacional, lo cual, según él, protegería empleos. Pero los inversores internacionales podrían replantearse invertir su dinero en dólares o en bonos del Tesoro si perciben que la Fed está bajo el control directo de la Casa Blanca
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