Diversificar entre clases de activos no solo reduce el riesgo, también ayuda a dormir más tranquilo. Lo ocurrido en los primeros meses del año lo confirma una vez más, aunque no existen garantías absolutas.
La estrategia Multi-Asset ha vuelto a demostrar su eficacia. En entornos de mercado volátiles, contar con una cartera bien diversificada marca la diferencia. Su fortaleza radica en no depender de una única fuente de rentabilidad, sino en combinar varias, como un motor que funciona con múltiples cilindros.
Desde comienzos de año, el S&P 500 (en dólares y con dividendos incluidos) acumula una caída superior al 13 % (datos al 4 de abril de 2025), mientras que los bonos del Tesoro estadounidense han repuntado cerca de un 4 %, beneficiados por la caída de los rendimientos (ver gráfico 1).
Bonos como amortiguador
Precisamente en tiempos de crisis, los bonos de emisores de alta calidad actúan como amortiguador y ayudan a estabilizar el portafolio. Esto responde al antiguo principio del Multi Asset: la correlación negativa entre acciones y bonos. Cuando los mercados de acciones caen, los bonos suelen apreciarse, y viceversa.
Este comportamiento se ha repetido recientemente. Sucedió en mayo de 2023 con la quiebra de Silicon Valley Bank, y volvió a verse en el verano de 2024 con la liquidación masiva de carry trades (señalados en rojo en el gráfico).
En ambos casos, los inversores huyeron de los activos de riesgo en busca de refugio en la deuda pública, provocando subidas en los precios de los bonos y caídas en las acciones. Esa dinámica contracíclica es una de las claves que hacen más robustas a largo plazo las carteras diversificadas.
¿Por qué no debería repetirse 2022?
Sin embargo, la diversificación no es infalible. El año 2022 fue una clara excepción: tanto las bolsas como los bonos sufrieron fuertes caídas. El desplome bursátil llegó al 20 % en algunos tramos del año, y muchas estrategias defensivas Multi-Asset también se vieron afectadas. La crítica no tardó en llegar: ¿para qué sirve la diversificación si no protege en momentos de crisis?
La pregunta es válida: ¿fue 2022 un caso aislado o una señal de advertencia?
Tomemos como referencia los bonos del Tesoro a diez años. A comienzos de 2022, su rendimiento era de apenas 1,51 %. Con rentabilidades tan bajas, el riesgo de precio ante subidas de tipos o repuntes inflacionarios es muy elevado. Eso fue lo que ocurrió entonces: la inflación repuntó con fuerza y los bancos centrales respondieron con subidas agresivas de tipos.
Hoy, el panorama es distinto. Las rentabilidades de los bonos estadounidenses rondan el 4,35 %, mientras que, en Europa, los rendimientos de la deuda alemana pasaron de -0,18 % hace tres años a 2,88 % actualmente. Este nuevo escenario mejora notablemente las perspectivas para la renta fija, devolviéndole su papel como generadora fiable de ingresos, especialmente en estrategias conservadoras.
Incluso si los tipos subieran algunos puntos básicos adicionales, muchos bonos seguirían aportando valor en un horizonte de 12 meses, según nuestros análisis. La mayor rentabilidad corriente ("carry") ayuda a amortiguar eventuales pérdidas de capital.
El tercer pilar: el oro
Más allá de acciones y bonos, el oro también cumple una función clave dentro de las estrategias Multi-Asset. El metal precioso actúa como cobertura frente a la inflación, tensiones geopolíticas y desequilibrios fiscales. En contextos de incertidumbre global, el oro puede ofrecer estabilidad y preservación del valor.
Conclusión:
El entorno actual –marcado por unas condiciones mucho más atractivas en renta fija– favorece el resurgir de las estrategias Multi-Asset. Combinando acciones, bonos y oro, los inversores disponen de una base sólida para mitigar la volatilidad, evitar decisiones impulsivas y seguir aprovechando las oportunidades que ofrece cada clase de activo.
Lejos de estar en decadencia, como muchos pensaron tras 2022, el enfoque Multi-Asset vuelve a funcionar a pleno rendimiento. Hoy, el motor vuelve a estar en marcha con todos sus cilindros.
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